domingo, 25 de marzo de 2012

Vida de Alfonso Sastre

Alfonso Sastre nació el 20 de febrero de 1926 en Madrid, en el seno de una familia acomodada. Creció con tres hermanos (Aurora, Ana y José) y recibió una formación católica. Padeció los bombardeos y el hambre de la Guerra Civil y cursó el bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid.En 1943 comenzó la carrera de Ingeniería Aeronáutica, que abandonó a los quince días. Comienza a colaborar en la revista La Hora y cumple el primer periodo del servicio militar en La Granja. En 1949 comienza Prólogo patético, que termina en 1950; la obra es prohibida y el autor pasa a comprometerse con el marxismo y el teatro social. En 1953 concluyó sus estudios de Filosofía y Letras y tiene lugar su primer gran éxito, Escuadra hacia la muerte.El 17 de septiembre de 1954 se estrenó La Mordaza, que trata encubiertamente el tema de la dictadura, la represión y la censura. Su llamado Teatro penúltimo (1965-1972) representa una nueva evolución, y está constituido por siete obras: M.S.V. (o La sangre y la ceniza) (1965), El banquete (1965), La taberna fantástica (1966), Crónicas romanas (1968), Ejercicios de terror (1970) y El camarada oscuro (1972) y Ahola es de leíl (1974). Durante el franquismo, Sastre militó en el Partido Comunista de España. En 1956 fue encarcelado por su participación en las protestas universitarias contra la dictadura.[1] Un año antes se había casado con Eva Forest, que compartía con Sastre su compromiso político.

lunes, 12 de marzo de 2012

CANCIÓN DE INVIERNO

Cantan. Cantan. ¿Dónde cantan los pájaros que cantan? Ha llovido. Aún las ramas están sin hojas nuevas. Cantan. Cantan los pájaros. ¿En dónde cantan los pájaros que cantan? No tengo pájaros en jaulas. No hay niños que los vendan. Cantan. El valle está muy lejos. Nada... Yo no sé dónde cantan los pájaros -cantan, cantan- los pájaros que cantan. comentario personal: En el invierno los pájaros no cantan, en el invierno no sabe donde están, esto lo dice el poeta con cierta melancolía.

LAS TARDES DE ENERO

Va cayendo la noche: La bruma ha bajado a los montes el cielo: Una lluvia menuda y monótona humedece los árboles secos. El rumor de sus gotas penetra hasta el fondo sagrado del pecho, donde el alma, dulcísima, esconde su perfume de amor y recuerdos. ¡Cómo cae la bruma en en alma! ¡Qué tristeza de vagos misterios en sus nieblas heladas esconden esas tardes sin sol ni luceros! En las tardes de rosas y brisas los dolores se olvidan, riendo, y las penas glaciales se ocultan tras los ojos radiantes de fuego. Cuando el frío desciende a la tierra, inundando las frentes de invierno, se reflejan las almas marchitas a través de los pálidos cuerpos. Y hay un algo de pena insondable en los ojos sin lumbre del cielo, y las largas miradas se pierden en la nada sin fe de los sueños. La nostalgia, tristísima, arroja en las almas su amargo silencio, Y los niños se duermen soñando con ladrones y lobos hambrientos. Los jardines se mueren de frío; en sus largos caminos desiertos no hay rosales cubiertos de rosas, no hay sonrisas, suspiros ni besos. ¡Como cae la bruma en el alma perfumada de amor y recuerdos! ¡Cuantas almas se van de la vida estas tardes sin sol ni luceros! Comentario personal: el poeta va recordando el pasado comparandolo con el invierno, en el que predomina la tristeza frente al verano en el que predomina la alegría. En el invierno predominan más los recuerdos tristes y la melancolía, mientras que compara el verano con sonrisas y besos.

ESTOY TRISTE, Y MIS OJOS NO LLORAN

Estoy triste, y mis ojos no lloran y no quiero los besos de nadie; mi mirada serena se pierde en el fondo callado del parque. ¿Para qué he de soñar en amores si está oscura y lluviosa la tarde y no vienen suspiros ni aromas en las rondas tranquilas del aire? Han sonado las horas dormidas; está solo el inmenso paisaje; ya se han ido los lentos rebaños; flota el humo en los pobres hogares. Al cerrar mi ventana a la sombra, una estrena brilló en los cristales; estoy triste, mis ojos no lloran, ¡ya no quiero los besos de nadie! Soñaré con mi infancia: es la hora de los niños dormidos; mi madre me mecía en su tibio regazo, al amor de sus ojos radiantes; y al vibrar la amorosa campana de la ermita perdida en el valle, se entreabrían mis ojos rendidos al misterio sin luz de la tarde... Es la esquila; ha sonado. La esquila ha sonado en la paz de los aires; sus cadencias dan llanto a estos ojos que no quieren los besos de nadie. ¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores, ya hay fragancias y cantos; si alguien ha soñado en mis besos, que venga de su plácido ensueño a besarme. Y mis lágrimas corren... No vienen... ¿Quién irá por el triste paisaje? Sólo suena en el largo silencio la campana que tocan los ángeles. Comentario personal: el poeta muestra una enorme tristeza, rememora tiempos pasados con tristeza, pero no es capaz de llorar.

LA ROSA AZUL

¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía! Se me torna celeste la mano, me contagio de otra poesía Y las rosas de olor, que pongo como ella las ponía, exaltan su color; y los bellos cojínes, que pongo como ella los ponía, florecen sus jardines; Y si pongo mi mano -como ella la ponía- en el negro piano, surge como en un piano muy lejano, mas honda la diaria melodía. ¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía! me inclino a los cristales del balcón, con un gesto de ella y parece que el pobre corazón no está solo. Miro al jardín de la tarde, como ella, y el suspiro y la estrella se funden en romántica armonía. ¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía! Dolorido y con flores, voy, como un héroe de poesía mía. Por los desiertos corredores que despertaba ella con su blanco paso, y mis pies son de raso -¡oh! Ausencia hueca y fría!- y mis pisadas dejan resplandores. Comentario personal: el autor profundamente enamorado, añora un amor perdido, por la lejanía, o por la muerte de la amada. Rememora a la persona amada con tristeza, le produce dolor hacer lo mismo que ella hacía, pero lo añora rememorando los buenos momentos.

Homenaje a Juan Ramón Jiménez